lunes, 7 de abril de 2008

Las Turas, Falcón.-

La verdad sobre Las Turas

Por José Millet*

Lamento que se sigan arrollando tradiciones ancestrales que nos remiten al pasado más remoto de la Humanidad por dos impulsos cada uno de los cuales más dañinos: por un lado, debido a la ignorancia y, por el otro, a la ligereza al tratar asuntos de extremo cuidado relacionados con la sensibilidad de un pueblo. Por lo primero, se han asumido afirmaciones que todos repiten sin la más elemental detención en la serena reflexión y a la comprobación de lo que la mayoría de la gente afirma mecánicamente. La primera de ella es el dislate que vemos en obras recientes, a la firma de respetables organismos oficiales como los encomiables Catálogos del IPC, al afirmar que Las Turas son o consisten en un baile o en un ritual. En el caso de Las Tura, que nos ocupa, estamos en presencia de fragmentos de un todo que no deja ver su fondo los cuales, en efecto, están dotados de movimientos y de una dinámica que nos remiten a procesos simbólicos o a sistemas culturales lamentablemente desaparecidos o en vías de ocaso, de los que tenemos la suerte de contar en nuestro país con firmes exponentes, tanto humanos como espirituales, que nos permiten presumir su fortaleza y trascendencia en muchos y complejos sentidos. La segunda es referirla a los instrumentos musicales de los que se valen los tureros o miembros de estas comunidades para “interpretar” la música con que se acompañan los movimientos colectivos danzados que, en ocasiones, son ejecutados en parte de sus festividades: algunos distinguidos investigadores, como nuestro coterráneo Luis Arturo Domínguez**, se lo atribuyen a las flautas de carrizo o de bambú y otros, a la planta de maíz.

¿Qué son Las Turas realmente? Todo, menos un baile y mucho menos un rito: en todo caso y, en primerísimo lugar, son la evidencia de un discurso simbólico, algo fragmentado, aunque uno de los más ricos, complejos y diversos de cuantos forman parte del mosaico de culturas originales que existían aquí y que se pusieron en contacto e intercambiaron entre sí en nuestras tierras “americanas”, mucho antes de la invasión del conquistador europeo que terminó por dominar a los pueblos nativos que las habitaban a su llegada. En segundo término, las turas son parte visible del resultado del proceso acarreado por la colonización foránea que, querámoslo o no admitir, trajo el etnocidio y el genocidio de los aborígenes, pero a su vez la transculturación que hoy podemos apreciar en infinitos ámbitos de nuestra sociedad y culturas.

Tampoco las turas son la manifestación de agradecimiento y bendición de las cosechas anuales obtenidas por los tureros que son, en su mayoría, ciertamente campesinos o cultivadores, pero algo más que simples labriegos. Del mismo modo se toma la parte por el todo cuando se identifica la palabra tura con maíz, porque con ello seguimos manejándonos en la pura exterioridad del fenómeno, que es mucho más profundo y abarcador. Las turas engloban a todo el espacio cósmicamente concebido e imaginable, en el que están en primer plano los seres vivos: el hombre, las plantas y los animales, y, asimismo, con igual o mayor peso determinante a las fuerzas y principios fecundantes propios de la Naturaleza, invisibles, que posibilitan la vida de esos mismos seres, su

*Antropólogo cubano especializado en culturas populares caribeñas. Ver su ficha académica en los web side: www.afrocubaweb.com y www.archivocubano.org

**Investigador venezolano nacido en Puerto Cumarebo, Estado Falcón, en 1922 y uno de los estudiosos principales de la cultura regional falconiana.

creación y reproducción encima de este planeta que denominamos Tierra. No es a la Madre Tierra sólo a la que se le rinde reconocimiento en ellas, sino a los principios que hacen posible su fertilidad y que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana o la de otras criaturas. No es incorrecto decir que se venera la cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en bienestar espiritual.

Las turas dibujan una nítida cartografía con el mero desplazamiento aparentemente “ritualísticos” que describen a su paso por la accidentada geografía en que ellas se desenvuelven en la realización de sus

Corporicemos mejor ambas afirmaciones desde un punto de vista más positivo.

rito www.dimedonde.net/magazine/articulos.php?id=7&seccion=6 - 23k

Críspula Vásquez, reina de las Turas de Falcón, por José Millet

A Críspula Vásquez,

José Millet

Críspula Vásquez,

hija sencilla del pueblo venezolano, nacida en esta tierra en un tiempo que sólo recuerda el cachube que dejó en ella anidado; sí, en esta Tierra Madre en cuyos vapores haya su inspiración para echarnos cada día, al despertar, su bendición y predecir al mundo los mejores augurios;

Críspula Vásquez,

hija de los venezolanos humildes que son honrados por ella y toda su familia y también hija de esta tierra en que ella siembra el maíz con sus propias manos, esa planta mágica dadora de la vida del hombre primigenio que habitaba este espacio que el invasor y conquistador europeo, con su espada y su cruz, rebautizó como Nuevo Mundo;

Críspula Vásquez,

hija de esta tierra de la cual sabios extraen las sustancias para preparar el barro con que crean las habitaciones para vivir en comunión con animales y plantas, y todos los utensilios y herramientas necesarios;

Críspula Vásquez,

hija de esta tierra dadora de los frutos que permiten la continuidad de muchas especies animadas, las desaparecidas y las que nos ha sido permitido aún ver, entre otras la de la especie humana o que la envuelve en un velo de misterio y magia, como el tabaco, propiciador de la asistencia de los espíritus y espíritu él en sí mismo; del cocuy que sirvió de alimento al hombre desde tiempos inmemoriales y alimenta hoy a nuestro hermano el burro, frotamos el vientre grávido de nuestras mujeres, quitamos el manto purpúreo que acompaña al bebé en el nacimiento, frotamos las articulaciones quebrantadas, preparamos el cuerpo de los fallecidos y absorbemos gustosos los más puros alcoholes;

Críspula Vásquez,

hija de la Madre Tierra que preside el matrimonio, da estabilidad a la familia y se asocia al mundo insondable donde moran los muertos; parte sólida del planeta donde comparten en armonía e igualdad de condiciones todas las criaturas: yerbas, plantas, animales de toda clase, minerales y los espíritus, los de nuestros ancestros y los de nuestros seres queridos;

Críspula Vázquez,

hija ilustre de la tierra y del sol, dispensadores de la vida sobre el planeta, de manos tiernas y firmes con que empuña la chícora en la siembra de su conuco, la azada con que lo aporca y detentadora de los saberes y habilidades para cosechar sus frutos, elaborarlos en su rústico fogón de leña y de las artes que nos las devuelve en cachapa o arepa de maíz verdadero;

Críspula Vásquez,

mujer sencilla de la vida en el campo que posee el más preciado patrimonio que son los valores humanos: los que te dotaron de la ternura con que lactaste a tus hijos carnales y los cuidaste en un hogar lleno de calidez y buenas enseñanzas; del respeto a la Naturaleza con todos los seres que habitan en ella, los visibles y los intangibles; de la generosidad de entregars al prójimo para darle cordialidad, seguridad física e intelectual;

Críspula Vásquez,

hija de la tierra y del maíz, al que honramos y reverenciamos como entidad totémica del que surgimos como pueblo nativo de este Mundo y gracias al cual vivimos;

Críspula Vásquez,

Hija del Maíz y Reina de Las Turas, testimonio vivo y elocuente de que la espiritualidad de nuestros pueblos nativos se mantiene firme y altivo, y se yergue como defensa de una identidad compartida y de la sociedad de hombres libres que ahorita nos proponemos rescatar como la más justa por ser modelo en cuanto al respeto a todo lo que mora en el cosmos y en la Naturaleza;

Críspula Vásquez,

nosotros, criaturas también sencillas como tú de esta otra COMUNIDAD MAYOR que es la HUMANIDAD, en consideración a que eres un digno ejemplo de los valores creados por nuestro pueblo; en consideración a tu naturalidad de campesina auténtica, conuquera por lo demás, por ser hija del maíz y hermana de los animales y las demás plantas; de los valores humanos que posees; de la familia que supiste edificar con el mismo amor con que amasas el barro o la masa de la harina para hacer los tamales; y de la otra gran familia que es la hermandad de Las Turas;

NOSOTROS, Críspula, tus hermanos de este Instituto de Cultura que preside un poeta, Simón Petit, imbuidos por esa corriente de amor y fe de los que tú nos haces depositarios, ante nosotros y ante las comunidades tureras de Falcón y de toda Venezuela, inspirados en los principios más altos que nos guían al deber de reconocer las virtudes de nuestros conciudadanos, de ser — en labios de Bolívar — "apropiados a la naturaleza y al carácter de la nación" para la cual hemos sido instituidos como ente público, reconocemos en ti la condición de Ciudadana Ilustre del Estado Falcón y de Patrimonio Viviente de Venezuela y te postulamos al más alto título y grado con que podría ser investido cualquier ser humano: Hija Natural de la Humanidad, patrimonio ejemplar de esa Patria Mayor de Hombres Libres, Naturales y Bondadosos por la que, rodilla en pie encima de esta tierra fértil, hoy todos luchamos.

Dado en el Edificio Santa Rosa, sede del Instituto de Cultura del Estado Falcón, y firmado por los presentes, a los dos días del mes de noviembre del año 2007.

José Millet
Profesor Investigador Auxiliar Lic. José Millet
Director del Centro de Investigaciones Socioculturales
Instituto de Cultura del Estado Falcón
Edificio Sta Rosa, Coro City, Estado Falcón, República Bolivariana de Venezuela
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